Morihei Ueshiba (1883-1969) fue uno de los más grandes maestros de artes marciales de la historia. Fue el fundador del Aikido que puede ser traducido como el arte de la paz. Adjuntamos aquí algunas de sus enseñanzas seleccionadas.
El Arte de la Paz comienza contigo.
Trabaja sobre ti mismo y con la tarea que te ha sido asignada en el Arte de la Paz.
Todos tenemos un espíritu que puede ser refinado, un cuerpo que puede ser entrenado de cierta manera, un sendero conveniente para seguir.
Estás aquí con el solo propósito de darte cuenta de tu divinidad interior y manifestar tu iluminación innata. Alimenta la paz en tu propia vida y luego aplica el Arte a todo lo que encuentres.
El Arte de la Paz está basado en cuatro grandes virtudes: valor, sabiduría, amor y amistad, simbolizadas por el Fuego, el Cielo, la Tierra y el Agua.
No son necesarios edificios, dinero, poder o prestigio para practicar el Arte de la Paz. El cielo está exactamente allí donde te hallas y ese es el lugar para entrenarse.
Todas las cosas, materiales y espirituales, surgen de una misma fuente y están relacionadas como si formaran una familia. El pasado, el presente y el futuro están contenidos en la fuerza de la vida.
El Universo emergió y se desarrollo desde una fuente única, y nosotros evolucionamos a través del proceso óptimo de unificación y armonización.
El Arte de la Paz es la medicina para un mundo enfermo.
En el mundo existen el mal y el desorden porque la gente ha olvidado que todas las cosas emanan de una sola fuente. Regresa a esa fuente y deja atrás todo pensamiento auto centrado, todo deseo mezquino y toda ira. Aquellos que son poseídos por la nada poseen todo.
Si no te has unido a la verdadera vacuidad, nunca comprenderás el Arte de la Paz.
Ocho fuerzas sostienen la Creación: movimiento y quietud, solidificación y fluidez, extensión y contracción, unificación y división.
La vida es crecimiento. Si detenemos el crecimiento, técnica y espiritualmente, somos tan útiles como cadáveres.
El Arte de la Paz es la celebración del enlace del cielo, la tierra y la humanidad. Es todo lo verdadero, lo bueno y lo bello.
Contempla las obras de este mundo, escucha las palabras del sabio y toma todo lo que es bueno como propio. Con esto como base, abre tu propia puerta a la verdad. No desprecies la verdad que está justo ante ti.
Observa como fluye el agua en el arroyo de un valle, suave y libremente entre las rocas.
Aprende también de los libros sagrados y de la gente sabia. Cada cosa — incluyendo ríos y montañas, plantas y árboles — debería ser tu maestro.
No dejes de aprender de la voz pura del arroyo de montaña que fluye eternamente salpicando las rocas.
La paz se origina con el fluir de las cosas, su corazón es como el movimiento del viento y de las olas. artepaz2
Si estás separado siquiera un poco de la esencia divina, estás lejos del sendero.
Tu corazón está lleno de semillas fértiles esperando brotar. Del mismo modo que una flor de loto surge del lodo para florecer en todo su esplendor, la interacción de la respiración cósmica hace florecer el espíritu para que de fruto en este mundo.
Estudia las enseñanzas del pino, del bambú y del pimpollo del ciruelo. El pino está siempre verde, firmemente enraizado y es venerable. El bambú es fuerte, resistente e inquebrantable. El pimpollo del ciruelo es vigoroso, perfumado y elegante.
Mantén siempre tu mente tan luminosa y clara como el vasto cielo, el gran océano y el pico más alto: vacía de todo pensamiento.
Mantén siempre tu cuerpo lleno de luz y calor. Llénate a ti mismo con el poder de la sabiduría y la iluminación.
El Arte de la Paz no es fácil. Es una lucha hasta el fin, la matanza de los malos deseos y de la falsedad interior. En algunas ocasiones, la voz de la paz resuena como un trueno, sacudiendo a los seres humanos y sacándolos de su letargo.
Para practicar adecuadamente el Arte de la Paz debes: calmar el espíritu y retornar a la fuente. Eliminar toda malicia, egoísmo y deseo para limpiar el cuerpo y el espíritu.
Sentir eterna gratitud por los dones recibidos del Universo, de tu familia, de la Madre Naturaleza y de tus semejantes.
La única cura para el materialismo es la limpieza de los 6 sentidos (ojos, oídos, nariz, lengua, cuerpo y mente).
Si los sentidos están obstruidos, la percepción se enturbia. Cuanto más turbia la percepción, más se contaminan los sentidos. Esto crea desorden en el mundo y ese es el mal más grande.
Refina tu corazón, libera los 6 sentidos y déjalos funcionar sin obstrucciones, y tu cuerpo y alma enteros brillarán.
Desde tiempos antiguos, el valor y el conocimiento han sido los dos pilares del Sendero: a través de la virtud del entrenamiento, ilumina tu cuerpo y tu espíritu.
El camino del guerrero se basa en la humanidad, el amor y la sinceridad; el corazón del valor marcial es verdadera valentía, sabiduría, amor y amistad.
Acentuar los aspectos corporales de la calidad del guerrero es inútil, porque el poder del cuerpo siempre es limitado.
El verdadero guerrero siempre cuenta con tres armas: la radiante espada de la pacificación; el espejo de la valentía, la amistad y la sabiduría; y la piedra preciosa de la iluminación.
Herir a un oponente es herirte a ti mismo. El Arte de la Paz es controlar la agresión sin producir daños.
Una buena postura refleja la actitud correcta de la mente.
La clave de la técnica es mantener manos, pies y caderas derechas y centradas. Si estás centrado, puedes moverte con libertad. El centro de tu cuerpo es el vientre; si tu mente también está allí, tienes la victoria asegurada en toda acción.
Muévete como un haz de luz; vuela como el rayo, golpea como el trueno, gira en círculos alrededor de un centro firme.
Las técnicas emplean cuatro cualidades que reflejan la naturaleza de nuestro mundo.
Según las circunstancias debes ser duro como el diamante, flexible como el sauce, de suave fluir como el agua, o tan vacío como el espacio.
Si tu oponente te ataca con fuego, responde con agua, hazte totalmente móvil y de libre fluir.
El agua, por su naturaleza, nunca choca con nada ni se quiebra. Por el contrario, absorbe todo ataque y queda indemne.
Cada día de la vida humana contiene ira y alegrías, dolor y placer, luz y oscuridad, crecimiento y decadencia. Cada momento está marcado con el gran propósito de la naturaleza, no trates de oponerte o negar el orden cósmico de las cosas.
La vida misma es siempre una prueba. Al adiestrarte debes ponerte a prueba y refinarte para poder afrontar los grandes desafíos de la vida.
Trasciende los límites de la vida y la muerte, y entonces serás capaz de enfrentar con calma y seguridad cualquier crisis que se te presente.
Agradece siempre, incluso las derrotas, las penurias y a las personas malas. Aprender a moverse con tales obstáculos es una parte esencial del entrenamiento en el Arte de la Paz.
El fracaso es la clave del éxito. Cada error nos enseña algo.
Tu espíritu es el verdadero escudo.
El Arte de la Paz es una forma de plegaria que genera luz y calor.
Olvida tu pequeño ser, libérate del apego a todo objeto, y emanarás luz y calor.
La luz es sabiduría; el calor es compasión.
O Sensei Morihei Ueshiba
A menudo he declarado que “Todo sufrimiento es el resultado del apego. Todo apego es el resultado de una idea equivocada de quién y qué somos y de por qué estamos aquí en la tierra”.
Y a menudo continúo diciendo: “No es fácil mantenerse alejado de los apegos.” Y no lo es… a menos que lo sea.
Lo que lo hace fácil para nosotros desapegarnos de personas, lugares y eventos que llenan nuestras vidas es una profunda conciencia de Quiénes Somos y cuál es nuestro propósito al vivir esta vida. Conversaciones con Dios ha dejado esto claro para mí. En términos muy claros se hizo evidente para mí que yo no soy mi cuerpo. Mi cuerpo no es algo que yo soy, es algo que yo tengo.
Quiero decirles que estoy muy apegado a mi cuerpo, y que no es fácil para mí entender que yo soy algo más que eso. Esta idea de que yo existo – el “yo” de “mí” que “yo soy” – completamente aparte y separado del cuerpo es una noción que se siente completamente ajena a mi experiencia… excepto cuando no lo es. He tenido momentos en mi vida cuando ha sido muy claro para mí que mi cuerpo no es más que una herramienta que yo uso en la creación de mi experiencia en-el-momento. Sin embargo, estos momentos han sido la excepción y no la regla. En la mayoría de los momentos de mi vida he andado por ahí pensando que el cuerpo que tengo es el “yo” que soy Yo.
Cuando estoy residiendo en un lugar de suficiente sabiduría para entender que esto no es verdad, otras personas que viven conmigo y cerca de mí me dicen que he pasado a un estado alterado de conciencia. Esto es exactamente lo que tenemos que hacer si queremos pasar a un lugar en donde estamos menos apegados a las cosas que son exteriores al Yo. Debemos pasar a un estado alterado de conciencia. Debemos ir a un lugar de mayor conciencia. Debemos elevarnos y expandir nuestra experiencia de quienes somos.
Cuando yo sé lo que realmente soy y cuando entiendo profundamente lo que estoy haciendo aquí, me siento más y más desapegado de las personas, lugares y acontecimientos de mi vida física cotidiana. La vida que existe fuera de mi Yo Interior es magnética. Tira y me atrae hacia ella. Me aspira y me absorbe hacia ella. Pronto, me pierdo en el laberinto y no puedo encontrar la salida.
Hasta que puedo.
Lo que me hace ver lo que es verdad y salir del laberinto es la elevación de mi observación. Yo, literalmente, me elevo por encima del paisaje de mi momento presente, mirando hacia abajo desde un lugar lejano y distante, viéndome a mí mismo en él, pero no de él. “Estar en el mundo, pero no ser del mundo” es la meta de todo buscador espiritual. Es el lugar donde reside toda maestría espiritual.
Voy a utilizar cualquier dispositivo a mi disposición, cualquier herramienta a mi alcance, para lograr esta elevación de la observación. Voy a leer. Voy a escribir. Voy a hablar. Voy a escuchar. Voy a caminar a través del momento. Voy a permanecer sentado en él. Voy a rezar, voy a meditar, cavilar; voy a cantar, voy a bailar, voy a reír, voy a llorar; voy a hacer todo lo posible para enviarme a mí mismo a un nuevo lugar, un lugar donde puedo estar libre del miedo que ser humano ha impuesto sobre mí.
Ahora, aquí está el tema…
Me gustan mis apegos. Así que tengo que encontrar una manera de ser selectivo sobre las cosas de las cuales desapegarme. Por lo menos al inicio. Por lo menos al principio. Creo que si intento desapegarme de todo de una sola vez me pondré en un lugar muy malo. Pues ya me distanciaría yo mismo del corazón de quien soy, o me derrumbaría de dolor por todo lo que se sentiría como si lo hubiera “perdido”.
Así que tengo que hacer una lista de todas las cosas a las que estoy apegado – y ésa va a ser una lista muy larga, en verdad. Y tengo que decidir de qué quiero desapegarme primero. Para ser honesto, creo que ya lo he decidido. Creo que quiero desapegarme, en primer lugar, de todos mis dramas, todas mis “historias”, todos mis falsos pensamientos sobre la vida y cómo es, y sobre todo, de toda mi necesidad de permanecer oculto – y de utilizar cuentos y mentiras como una forma de hacerlo.
Dicho de otra manera, creo que tengo que ser totalmente transparente. Se trata de completa visibilidad. Se trata de vivir en integridad. De lo que tengo que desapegarme es de mi “historia” fabricada acerca de quién soy y qué quiero, luego empezar a vivir la vida desde un lugar de absoluta autenticidad. Lo que estoy descubriendo es que he estado increíblemente apegado a mi “idea” acerca de mí mismo, y todo lo que vaya en contra de esa idea o la contradiga de alguna manera, me apresuro a ocultar o encubrir con una “pequeña mentira blanca”.
Porque no sólo debo desapegarme de la idea que tengo de mí mismo, sino también de la idea que ustedes tienen de mí. Dije que éste era el principio del desapego, pero a mí me parece, mientras me oigo pensar en esto, que en realidad es lo último en desapego. Así que, tal vez, en este sentido, el principio es el fin y el fin es el principio. Y, como con todo lo demás en la vida, el proceso entero es un círculo.
En cualquier caso, ahí es donde tengo que comenzar mi proceso de desapego. Tengo que desapegarme de mis dramas, desapegarme de mis historias, y lo más importante de todo, desapegarme de mi Yo Fabricado… de manera que pueda revelar mi Yo Verdadero al “yo” que soy Yo, por fin.
Y a menudo continúo diciendo: “No es fácil mantenerse alejado de los apegos.” Y no lo es… a menos que lo sea.
Lo que lo hace fácil para nosotros desapegarnos de personas, lugares y eventos que llenan nuestras vidas es una profunda conciencia de Quiénes Somos y cuál es nuestro propósito al vivir esta vida. Conversaciones con Dios ha dejado esto claro para mí. En términos muy claros se hizo evidente para mí que yo no soy mi cuerpo. Mi cuerpo no es algo que yo soy, es algo que yo tengo.
Quiero decirles que estoy muy apegado a mi cuerpo, y que no es fácil para mí entender que yo soy algo más que eso. Esta idea de que yo existo – el “yo” de “mí” que “yo soy” – completamente aparte y separado del cuerpo es una noción que se siente completamente ajena a mi experiencia… excepto cuando no lo es. He tenido momentos en mi vida cuando ha sido muy claro para mí que mi cuerpo no es más que una herramienta que yo uso en la creación de mi experiencia en-el-momento. Sin embargo, estos momentos han sido la excepción y no la regla. En la mayoría de los momentos de mi vida he andado por ahí pensando que el cuerpo que tengo es el “yo” que soy Yo.
Cuando estoy residiendo en un lugar de suficiente sabiduría para entender que esto no es verdad, otras personas que viven conmigo y cerca de mí me dicen que he pasado a un estado alterado de conciencia. Esto es exactamente lo que tenemos que hacer si queremos pasar a un lugar en donde estamos menos apegados a las cosas que son exteriores al Yo. Debemos pasar a un estado alterado de conciencia. Debemos ir a un lugar de mayor conciencia. Debemos elevarnos y expandir nuestra experiencia de quienes somos.
Cuando yo sé lo que realmente soy y cuando entiendo profundamente lo que estoy haciendo aquí, me siento más y más desapegado de las personas, lugares y acontecimientos de mi vida física cotidiana. La vida que existe fuera de mi Yo Interior es magnética. Tira y me atrae hacia ella. Me aspira y me absorbe hacia ella. Pronto, me pierdo en el laberinto y no puedo encontrar la salida.
Hasta que puedo.
Lo que me hace ver lo que es verdad y salir del laberinto es la elevación de mi observación. Yo, literalmente, me elevo por encima del paisaje de mi momento presente, mirando hacia abajo desde un lugar lejano y distante, viéndome a mí mismo en él, pero no de él. “Estar en el mundo, pero no ser del mundo” es la meta de todo buscador espiritual. Es el lugar donde reside toda maestría espiritual.
Voy a utilizar cualquier dispositivo a mi disposición, cualquier herramienta a mi alcance, para lograr esta elevación de la observación. Voy a leer. Voy a escribir. Voy a hablar. Voy a escuchar. Voy a caminar a través del momento. Voy a permanecer sentado en él. Voy a rezar, voy a meditar, cavilar; voy a cantar, voy a bailar, voy a reír, voy a llorar; voy a hacer todo lo posible para enviarme a mí mismo a un nuevo lugar, un lugar donde puedo estar libre del miedo que ser humano ha impuesto sobre mí.
Ahora, aquí está el tema…
Me gustan mis apegos. Así que tengo que encontrar una manera de ser selectivo sobre las cosas de las cuales desapegarme. Por lo menos al inicio. Por lo menos al principio. Creo que si intento desapegarme de todo de una sola vez me pondré en un lugar muy malo. Pues ya me distanciaría yo mismo del corazón de quien soy, o me derrumbaría de dolor por todo lo que se sentiría como si lo hubiera “perdido”.
Así que tengo que hacer una lista de todas las cosas a las que estoy apegado – y ésa va a ser una lista muy larga, en verdad. Y tengo que decidir de qué quiero desapegarme primero. Para ser honesto, creo que ya lo he decidido. Creo que quiero desapegarme, en primer lugar, de todos mis dramas, todas mis “historias”, todos mis falsos pensamientos sobre la vida y cómo es, y sobre todo, de toda mi necesidad de permanecer oculto – y de utilizar cuentos y mentiras como una forma de hacerlo.
Dicho de otra manera, creo que tengo que ser totalmente transparente. Se trata de completa visibilidad. Se trata de vivir en integridad. De lo que tengo que desapegarme es de mi “historia” fabricada acerca de quién soy y qué quiero, luego empezar a vivir la vida desde un lugar de absoluta autenticidad. Lo que estoy descubriendo es que he estado increíblemente apegado a mi “idea” acerca de mí mismo, y todo lo que vaya en contra de esa idea o la contradiga de alguna manera, me apresuro a ocultar o encubrir con una “pequeña mentira blanca”.
Porque no sólo debo desapegarme de la idea que tengo de mí mismo, sino también de la idea que ustedes tienen de mí. Dije que éste era el principio del desapego, pero a mí me parece, mientras me oigo pensar en esto, que en realidad es lo último en desapego. Así que, tal vez, en este sentido, el principio es el fin y el fin es el principio. Y, como con todo lo demás en la vida, el proceso entero es un círculo.
En cualquier caso, ahí es donde tengo que comenzar mi proceso de desapego. Tengo que desapegarme de mis dramas, desapegarme de mis historias, y lo más importante de todo, desapegarme de mi Yo Fabricado… de manera que pueda revelar mi Yo Verdadero al “yo” que soy Yo, por fin.
Si nos escuchamos cuando hablamos es probable que oigamos frases como estas:
· ¿Por que hay tantos malos conductores?
· Es que la gente es estúpida.
· Soy un perfecto imbécil.
· Lo haría si no estuviera tan gordo.
· Es la ropa más horrible que he visto en mi vida.
· Jamás podrán terminar ese trabajo.
· Es que soy un inepto.
· La gente de aquí es muy sucia.
· Mis vecinos son muy ruidosos.
· Nadie pide mi opinión.
· ¿No es increíble que ande con ese coche viejo?
· Tiene una risa repelente.
¿Suena así tu diálogo interno? ¿Tu voz interior está constantemente criticando? ¿Miras siempre el mundo con ojos críticos? ¿Te eriges en juez de todo? ¿Te pones farisaicamente como ejemplo?
Casi todos tenemos el hábito de criticar y juzgar tan arraigado que no nos resulta nada fácil deshacernos de él. Además, es el problema con el que hay que trabajar de inmediato, porque jamás llegaremos a amarnos realmente a nosotros mismos si no dejamos atrás la necesidad de agraviar a la vida.
De bebés, estábamos todos totalmente abiertos a la vida. Contemplábamos el mundo con los ojos llenos de asombro. A menos que algo nos asustara o nos hiciera daño, aceptábamos la vida tal como era. Después, al crecer, empezamos a aceptar las opiniones ajenas y a considerarlas como propias. Aprendimos a criticar.
Pregúntate:
1. ¿Cual era la pauta en tu familia?
2. ¿Que fue lo que, en cuanto a criticar, aprendiste de tu madre?
3. ¿Cuales eran las cosas que ella criticaba?
4. ¿Te criticaba a ti?
5. ¿Por que?
6. ¿Cuando se mostraba tu padre como un juez?
7. ¿Se juzgaba a si mismo?
8. ¿Como te juzgaba a ti tu padre?
9. ¿Criticarse unos a otros era una pauta familiar?
10. ¿Como y cuando se practicaba?
11. ¿Recuerdas cuando fue la primera vez que te criticaron?
12. ¿Como juzgaba tu familia a los vecinos?
13. En la escuela, ¿tuviste maestros que te brindaron apoyo y afecto?
¿O estaban siempre diciéndote cuales eran tus defectos?
14. ¿Empiezas a ver de donde puedes haber tomado ese modelo?
¿Quien fue la persona mas criticona entre las que había a tu alrededor cuando eras niño?
Quizás te hicieron creer que para crecer y cambiar es necesario que uno se critique a sí mismo. ¡Pero no estamos en absoluto de acuerdo con ese concepto!
Creo que las críticas nos encogen el espíritu. No hacen otra cosa que imponernos la creencia de que somos unos inútiles, y por cierto que no hacen aflorar lo bueno que hay en nosotros.
¿No es asombroso el tiempo que te has pasado regañándote por la misma cosa? Y ese hábito no te ha traído ningún cambio positivo, ¿verdad? Exactamente. ¡Las críticas no funcionan! Sólo consiguen que uno se sienta mal. Entonces, disponte a terminar con esa costumbre.
Para que un niño crezca y florezca, necesita amor, aceptación y elogios. A la gente se le pueden mostrar maneras «mejores» de hacer las cosas sin hacerle sentir que la forma en que las está haciendo está «mal». El niño que llevas adentro sigue aún necesitando amor y aprobación. Prueba con estas frases:
• Te quiero y sé que lo estás haciendo lo mejor que puedes.
• Tal como eres, eres perfecto.
• Cada día te vuelves más encantador.
• Estoy de acuerdo contigo.
• A ver si encontramos una manera mejor de hacer esto.
• Crecer y cambiar es divertido, y podemos hacerlo juntos.
Estas son las palabras que los niños quieren oír, porque hacen que se sientan bien. Y cuando se sienten bien, es cuando mejor lo hacen todo. Se desarrollan maravillosamente.
Si tu hijo o tu niño interior está acostumbrado a oír constantemente que «se equivoca» o que «lo está haciendo mal», tal vez necesite bastante tiempo para aceptar esas palabras nuevas y positivas. Si tomas definitiva-mente la decisión de renunciar a las críticas, y la mantienes, podrás conseguir milagros.
Concédete un mes para hablar en términos positivos con tu niño interior. Usa las afirmaciones que acabo de sugerirte y haz una lista con las propias. Lleva contigo una lista de esas afirmaciones.
Cuando te des cuenta de que te estás poniendo criticón, saca la lista y léetela dos o tres veces. Y mejor aún será si lo haces en voz alta y frente a un espejo.
¿No es asombroso el tiempo que te has pasado regañándote por la misma cosa? Y ese hábito no te ha traído ningún cambio positivo, ¿verdad? Exactamente. ¡Las críticas no funcionan! Sólo consiguen que uno se sienta mal. Entonces, disponte a terminar con esa costumbre.
Para que un niño crezca y florezca, necesita amor, aceptación y elogios. A la gente se le pueden mostrar maneras «mejores» de hacer las cosas sin hacerle sentir que la forma en que las está haciendo está «mal». El niño que llevas adentro sigue aún necesitando amor y aprobación.
Cuando te des cuenta de que te estás poniendo criticón/a, saca la lista y léetela dos o tres veces. Y mejor aún será si lo haces en voz alta y frente a un espejo.
Fuente: “Amate a ti mismo” Louise Hay.
· ¿Por que hay tantos malos conductores?
· Es que la gente es estúpida.
· Soy un perfecto imbécil.
· Lo haría si no estuviera tan gordo.
· Es la ropa más horrible que he visto en mi vida.
· Jamás podrán terminar ese trabajo.
· Es que soy un inepto.
· La gente de aquí es muy sucia.
· Mis vecinos son muy ruidosos.
· Nadie pide mi opinión.
· ¿No es increíble que ande con ese coche viejo?
· Tiene una risa repelente.
¿Suena así tu diálogo interno? ¿Tu voz interior está constantemente criticando? ¿Miras siempre el mundo con ojos críticos? ¿Te eriges en juez de todo? ¿Te pones farisaicamente como ejemplo?
Casi todos tenemos el hábito de criticar y juzgar tan arraigado que no nos resulta nada fácil deshacernos de él. Además, es el problema con el que hay que trabajar de inmediato, porque jamás llegaremos a amarnos realmente a nosotros mismos si no dejamos atrás la necesidad de agraviar a la vida.
De bebés, estábamos todos totalmente abiertos a la vida. Contemplábamos el mundo con los ojos llenos de asombro. A menos que algo nos asustara o nos hiciera daño, aceptábamos la vida tal como era. Después, al crecer, empezamos a aceptar las opiniones ajenas y a considerarlas como propias. Aprendimos a criticar.
Pregúntate:
1. ¿Cual era la pauta en tu familia?
2. ¿Que fue lo que, en cuanto a criticar, aprendiste de tu madre?
3. ¿Cuales eran las cosas que ella criticaba?
4. ¿Te criticaba a ti?
5. ¿Por que?
6. ¿Cuando se mostraba tu padre como un juez?
7. ¿Se juzgaba a si mismo?
8. ¿Como te juzgaba a ti tu padre?
9. ¿Criticarse unos a otros era una pauta familiar?
10. ¿Como y cuando se practicaba?
11. ¿Recuerdas cuando fue la primera vez que te criticaron?
12. ¿Como juzgaba tu familia a los vecinos?
13. En la escuela, ¿tuviste maestros que te brindaron apoyo y afecto?
¿O estaban siempre diciéndote cuales eran tus defectos?
14. ¿Empiezas a ver de donde puedes haber tomado ese modelo?
¿Quien fue la persona mas criticona entre las que había a tu alrededor cuando eras niño?
Quizás te hicieron creer que para crecer y cambiar es necesario que uno se critique a sí mismo. ¡Pero no estamos en absoluto de acuerdo con ese concepto!
Creo que las críticas nos encogen el espíritu. No hacen otra cosa que imponernos la creencia de que somos unos inútiles, y por cierto que no hacen aflorar lo bueno que hay en nosotros.
¿No es asombroso el tiempo que te has pasado regañándote por la misma cosa? Y ese hábito no te ha traído ningún cambio positivo, ¿verdad? Exactamente. ¡Las críticas no funcionan! Sólo consiguen que uno se sienta mal. Entonces, disponte a terminar con esa costumbre.
Para que un niño crezca y florezca, necesita amor, aceptación y elogios. A la gente se le pueden mostrar maneras «mejores» de hacer las cosas sin hacerle sentir que la forma en que las está haciendo está «mal». El niño que llevas adentro sigue aún necesitando amor y aprobación. Prueba con estas frases:
• Te quiero y sé que lo estás haciendo lo mejor que puedes.
• Tal como eres, eres perfecto.
• Cada día te vuelves más encantador.
• Estoy de acuerdo contigo.
• A ver si encontramos una manera mejor de hacer esto.
• Crecer y cambiar es divertido, y podemos hacerlo juntos.
Estas son las palabras que los niños quieren oír, porque hacen que se sientan bien. Y cuando se sienten bien, es cuando mejor lo hacen todo. Se desarrollan maravillosamente.
Si tu hijo o tu niño interior está acostumbrado a oír constantemente que «se equivoca» o que «lo está haciendo mal», tal vez necesite bastante tiempo para aceptar esas palabras nuevas y positivas. Si tomas definitiva-mente la decisión de renunciar a las críticas, y la mantienes, podrás conseguir milagros.
Concédete un mes para hablar en términos positivos con tu niño interior. Usa las afirmaciones que acabo de sugerirte y haz una lista con las propias. Lleva contigo una lista de esas afirmaciones.
Cuando te des cuenta de que te estás poniendo criticón, saca la lista y léetela dos o tres veces. Y mejor aún será si lo haces en voz alta y frente a un espejo.
¿No es asombroso el tiempo que te has pasado regañándote por la misma cosa? Y ese hábito no te ha traído ningún cambio positivo, ¿verdad? Exactamente. ¡Las críticas no funcionan! Sólo consiguen que uno se sienta mal. Entonces, disponte a terminar con esa costumbre.
Para que un niño crezca y florezca, necesita amor, aceptación y elogios. A la gente se le pueden mostrar maneras «mejores» de hacer las cosas sin hacerle sentir que la forma en que las está haciendo está «mal». El niño que llevas adentro sigue aún necesitando amor y aprobación.
Cuando te des cuenta de que te estás poniendo criticón/a, saca la lista y léetela dos o tres veces. Y mejor aún será si lo haces en voz alta y frente a un espejo.
Fuente: “Amate a ti mismo” Louise Hay.
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